El bañista
Adonay Duque
1997
Acrílico sobre tela
230 x 140 cm
Adonay Duque nació en Coro, Edo. Falcón (Venezuela), el 13 de abril de 1954. Realizó estudios de arte, diseño, pintura y grabado en destacados institutos y universidades de Caracas, Madrid, Florencia y París. Ha participado en diferentes exposiciones en Venezuela, Europa y Estados Unidos; ha sido galardonado en los salones de arte más importantes del país, como el Salón de Aragua, la Bienal Nacional de Dibujo y Grabado y el Salón de Artes Visuales Arturo Michelena.
Apreciado por la crítica nacional e internacional, podemos encontrar análisis del trabajo plástico de Duque de la mano de historiadores y críticos de arte como Roberto Guevara, Ricardo Pau-Llosa, Perán Erminy, Juan Carlos Palenzuela y Juan Calzadilla, entre otros. Está representado en diferentes instituciones museísticas de Venezuela, como el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, la Galería de Arte Nacional, colecciones privadas en el exterior y ahora en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia, gracias a la donación de la Colección Ambrosino D'Amico, donde se encuentra una muestra representativa de la obra de este artista.
Los bañistas, como tema de representación, han sido recurrentes en la historia del arte universal. Muchos artistas en distintas épocas, bajo la apariencia de diversos movimientos artísticos, han plasmado las imágenes de bañistas, en género femenino o masculino, en solitario o en grupos de bañistas, en las más variadas poses y escenarios, convirtiendo el tema en un referente de estudio para los artistas, pero también para los historiadores y estudiosos del arte.
Entre estas destacadas representaciones podemos nombrar La bañista de Valpinçon (1808), del pintor francés Dominique Ingres; Bañista (1874), del también pintor francés Horace de Callias; Dominique Renoir y Las grandes bañistas (1884), todas estas de estilo neoclásico. Adonay Duque toma como referente la obra de Paul Cézanne, El bañista (1884), haciendo su propia interpretación de esta misma imagen, apropiándosela en tiempo y adaptándola a su propia forma de representación. Cézanne, así como también lo hizo Pablo Picasso, realizó series de obras de este mismo tema, en las que planteaba un estudio muy personal del cuerpo humano, la geometría y el color.
Duque, lleno de este mismo espíritu, no sólo en esta obra sino como una constante que busca desentrañar los grandes artistas de todos los tiempos, retoma el bañista de Cézanne y lo representa desde su mundo, jugando además con un marco de color naranja que recorta el espacio e insinúa la salida del personaje de ese paisaje irreal, incógnito, sin ninguna referencia. Aquí lo real es el hombre, su cuerpo saliendo del espacio pictórico intentando entrar en otra realidad, la nuestra. Así como en todas sus obras el espacio carece de protagonismo y la presencia absoluta viene del personaje representado, cargado con una psicología única que nace de la mancha gruesa, de los trazos fuertes y dramáticos.
El Bañista, es un homenaje al pasado plástico, la referencia a una herencia moderna que es innegable. Dentro del imaginario del artista resulta una de las pocas o quizás la única representación del cuerpo humano completo, ya que lo habitual en Duque son los retratos de rostros cerrados o a medio cuerpo, razón por la cual esta obra es una pieza clave en el estudio de la obra de este artista y como referente de los bañistas en la historia del arte universal.
Marilyn Fernández
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